miércoles, 29 de julio de 2015

Destellos.

Mientras la música que describe lo esencial con sus pausas lubricando el espacio en el que se dilatan, como moléculas que alimentan células, lo mismo a lo que yo llamo existencia sonora, se suscita como inevitable secuencia del silencio, de todas las cosas, de todos lo tiempos, sofocante en el vacío e ingravidez. Este sentido remanente, que es la vista, remanente del primer destello que nos dejó mayormente ciegos en los principios, que se suponen, primitivos y pasados de manera ridículamente errónea. Esta distinción cromática, caduca de nitidez, te engaña. Los avanzados que logran al borde de la lucidez o locura abstraer la escencia del sonido y la luz, siempre serán los destinados a la libertad, y se encuentran, si es que han de estar en algún lado, en ninguna parte. Las cosas, las bellas cosas que se contienen siempre y se acomodan por materiales, colores, formas, densidades, joules, newtons, peso atómico, materia orgánica e inorgánica, magnetismo que con su pureza intacta y su capacidad de comunicarse y atraerse desde lo intangible, mismas que sobre salen en este mundo de prisiones, siempre son tan libres.... Y nosotros, las criaturas que aceptamos ser salvajes y primitivos nos vemos, y vamos tímidos y en silencio, arrinconados a orillas de la moralidad de la condición de existencia, prejuicios, formas, modas, y valores, nuestros temores ridículos, que no quieren ser borrados, olvidados, olviden. Usted persona, ser, que lee el mensaje de esta botella, solo suba el volumen de la música hasta que pueda fragmentarse y no distinga entre tacto y luz....

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